martes, 13 de septiembre de 2011

DECEPCIONADA


Hace unos años la política me interesaba, me ilusionaban algunos proyectos y creía en el poder de la democracia, en la lucha de los partidos por mejorar las cosas, según sus ideologías, no siempre las mías, pero tenía esa fe ciega en que a pesar de saber que algunos eran corruptos y aves de rapiña sedientos de poder, también los había con vocación pública. Pero supongo que hacerse mayor es esto, descubrir que los padres no son perfectos y que incluso hay cosas que no saben, y sobre todo descubrir que nada va a poder nunca contra ese ente que todo lo engulle que es “los mercados”, que una quisiera imaginar como unos señores gordos con puro en la boca (fíjense por cierto en que en este imaginario común siempre se nos aparecen como señores, nunca señoras), señores con los bolsillos y maletines llenos de billetes, riendo mientras ven las estadísticas de los índices bursátiles caer en picado, sintiéndose afortunados de haber apostado a la contra, a la contra de todos nosotros por supuesto, y en esa batalla entre ellos y nosotros asumir que los partidos, empiezo a creer que ya casi todos, serán más parte del ellos y poco o nada del nosotros.

Y en esta situación “idílica”, en poco mas de dos meses, nos enfrentamos a las próximas elecciones generales, y lo cierto es que a pesar de ese sentido responsable que mi madre me ha inculcado sobre el votar (esa idea utópica de que si en 40 años no pudimos ahora que tenemos una democracia no podemos olvidarnos de ejercer algo tan fundamental, y a lo que yo siempre siento ganas de contestar y tan inútil), me encuentro en una situación escéptica, por no decir ridícula, de saber que ese papel en la urna va a seguir sin servir para nada, que a pesar de ser de esas que piensa votar a otros y no al star system de nuestra democracia, eso no significa que realmente crea que sirva para algo mas que para alimentar la realidad de que esto es una balsa en la deriva en la que nosotros, y con nosotros me refiero a esa bonita idea del bienestar social, somos el lastre que poco a poco se va a ir tirando por la borda.

A veces me veo y no me reconozco, yo era esa utópica idealista que se llenaba la boca con ideas revolucionarias, con ganas de cambiar las cosas, con la firme convicción de que otro mundo era posible, y de que en esa masa que lo iba a cambiar todo estaría yo, pero claro eso fue antes de convertirme en una empleada de banca (un trabajo como otro cualquiera que me paga la nomina a fina de mes con la que me puedo permitir pagar el alquiler y de lo que no creo que tenga que pedir perdón, aunque muchos demagogos lo vean como un crimen), y creedme que entiendo cuando la gente sale indignada contra la banca como ese otro ente maligno que no nos da hipotecas y desahucia viviendas, creedme que yo soy la primera que veo en ella practicas poco honrosas y no solo con los clientes, también con los empleados, pero no mas que en otras empresas (y no es que eso me consuele pero si me resigna que le voy a hacer), porque cuando la gente clama contra la banca como responsable de la miseria en la que nos encontramos no podemos olvidar que detrás de esas siglas también hay muchos empleos, muchas familias que viven de esos sueldos, y creedme que esos que vemos como los gordos del puro y los billetes no somos la mayoría, de hecho son esa minoría que yo, como todos, sólo veo en televisión.

Decepcionada al fin y al cabo con la realidad en la que vivimos, y peor aun con el futuro que nos espera, decepcionada conmigo misma por esta suerte de resignación en la que ahora habito, y decepcionada porque he perdido la esperanza, y eso es algo que me decepciona aun mas profundamente. Se que hoy por hoy en nuestra democracia todavía existen pequeños proyectos que generan ilusión, a mi al menos a ratos, pero también sé que a fecha de hoy no son suficientes. Desconozco cual es la llave que abre la puerta hacia el cambio, de mentalidad, de sistema, de democracia (mas realista, mas representativa, mas participada), ni siquiera sé si alguien tiene esta respuesta, lo que si sé es que me apena profundamente saber que, con 32 años que ahora tengo, la perspectiva de futuro que veo me parece cada vez más negra, y peor aún, que con esos mismos 32 años que tengo ni siquiera encuentre la capacidad para creer que algo va a cambiar. Sé que hay gente con mucha fuerza, con muchas ganas de cambiar las cosas, con ilusión, que todavía cree que los que tapan las calles son muchos que claman por un cambio, pero perdonadme no por no creer en vosotros (que si creo) sino porque no soy capaz de ver como lo vais a hacer.

Perdonad por esta decepcion, pero es lo que siento, es como estoy y no me gusta.

1 comentario:

Luis Cano Ruiz dijo...

Yo he tenido muchos momentos en los que estaba como tú, decepcionado y perdido en un mundo en el que parece que mis ideas sólo sirven para ser catalogadas de Anti-sistema por periódicos sensacionalistas.

Sin embargo, y aunque suene un tanto ridículo, he descubierto que no todos los políticos pasan por el aro. Si, es cierto que son la mayoría, y la mayoría con capacidad de decisión, pero ahí tenemos a Gaspar Llamazares o a Rosa Díez luchando (auqnue sólo sea en una ocasión), por algo más que le interes comercial que aquellos señores Gordos que nos han convertido en sus siervos.