domingo, 28 de septiembre de 2008

PauL NeWMaN Que eSTaS eN LoS CieLoS

A veces la memoria es traicionera y es capaz de convertir en propios instantes de vida ajenas, quizás por eso, cuando ayer dieron la noticia de la muerte de Paul Newman a sus 83 años de edad, sentí como si un familiar se hubiera ido de mi lado, para siempre.

El olimpo de los dioses del cine, para mi, esta habitado por unos pocos elegidos, que no son meros actores o interpretes, sino que han pasado a convertirse en fotogramas eternos en mi memoria de aficionada. El Marlon Brando de Un tranvia llamado deseo, el James Dean de Rebelde sin Causa, La Natalie Wood de El Resplandor en la hierba, y junto alguno más ahora ha llegado el guapisimo Newman de La gata sobre el tejado de zinc.

Podría decir infinitas cualidades por las cuales este hombre merece todas las honras del mundo, por gran actor, por un amor eterno y fiel a su querida Joanne Woodward, por sus multitudinarias causas filantropicas, por habernos regalados algunas de las más memorables escenas del Septimo arte. Pero sólo se me ocurre una razón que realmente importe para dedicarle la entrada de hoy...Porque es imposible no amar a este hombre (aunque este amor tenga que compartirlo con mi propia madre).

3 comentarios:

My dijo...

Es un sentimiento desgarrador.. que resulta casi extraño.
no era nada nuestro pero era casi todo lo que teniamos.

menos mal.. que guardamos parte de esa vida que compartimos a su lado en maravillosos fragmentos y peliculas.

echaba de menos leerte.

un besico guapa.

Mar Goizueta dijo...

Snif snif
Siempre nos quedarán sus películas
(Sigo emocionada con tu fotolog)
Besosss

Anónimo dijo...

Se fue uno de los más grandes, por no decir el que más.
Su leyenda va más allá de su profesión, pues dejó de ser un actor para convertirse en un estandarte.
Jamás lo olvidaremos y homenajes como el tuyo, nos ayudarán.
Yo lo recuerdo al leerte en uno de sus últimos magisterios, en una de sus últimas obras de arte.
Lo recuerdo con su sombrero y mirando hacia otro lado en Camino a la perdición.
A mi manera, también lo quería.
Ya lo echo de menos.
Un abrazo.