Venía esta mañana en el autobús leyendo el periódico PUBLICO, que suelo comprar todos los viernes porque en su cruzada por la cultura (cultura libre) como arma para pensar, viene con una película de calidad por 1 Euro (hoy venia con la película canadiense de Denys Arcand “Las Invasiones Bárbaras” Ganadora de Oscar a la mejor película extranjera en 2004). Puede que esto suene a publicidad, pero de verdad os recomiendo este periódico porque si bien a veces carece de cierta profundidad en algunos análisis, en muchos otros destacan por la visión algo distinta que llevan a cabo (y con esto quiere decir alejada del maniqueísmo de otros periódicos de tirada nacional).
Bueno, pues centrándome en lo que realmente quería contar, en las páginas centrales del periódico de hoy hablan como es inevitable del nuevo y flamante premio Nóbel de literatura, el francés Jean Le Clézio. Entre los panegíricos habituales que no podían faltar, hay también un pequeño editorial que me ha hecho sentirme completamente identificada. El autor, Alberto Olmos en su artículo de opinión comenta que tras el fallo ayer de la academia sueca descubrió no solamente que no sabía nada de la obra de este autor, sino que ni siquiera había oído su nombre. Algo parecido me ocurrió a mí.
Cuando todavía el fallo no se había comunicado se continuaba hablando de la sempiterna lista de favoritos: Milan Kundera, Mario Vargas Llosa o Philiph Roth (por nombrar a los que más se comentaban), autores todos mundialmente conocidos y de los que yo, lectora voraz (aunque he de reconocer que no siempre de buena literatura) he leído varios libros. Y aquí entra una de las cuestiones habituales en estos asuntos, ¿Cuáles son los criterios para premiar a uno u otro autor? ¿Por qué algunos de los nombres de autores de demostrada calidad y trayectoria resultan esquivos a la hora de ganar unos de los premios más prestigiosos que existen de las letras?
Supongo que todo premio del tipo que sea, quizás salvo aquellos objetivos como los premios deportivos (aunque también esto podamos ponerlo en duda) o los premios llamémosles “tipo record guinnes” conllevan esta variable de incertidumbre y más aún de sospecha. Yo misma gané el premio de poesía del mes de febrero del programa PAGINA2 en La 2 y quien no puede decir que mis versos fueran peores o mejores que otros de los tantos que se presentaron.
En fin, que no quiero que esto resulte una crítica ni nada parecido. Al desconocer la obra del autor francés no me encuentro en posición para juzgarle. Solo me pregunto porque tantos autores que ya llevan escritos en letras de oro sus nombres en la historia de la literatura siguen pareciendo eternos malditos a la hora de conseguir estos premios…
Ahí dejo el debate por si os interesa opinar…
1 comentario:
No lo entiendo, nunca he entendido los criterios que se siguen en los premios y en los concursos, será que el gusto es algo subjetivo y dependerá de los encargados de tomar la decisión. En cualquier caso es incomprensible que algunos de los mejores escritores nunca ganen los premios. Siempre les quedará el premio de saber que sus lectores les quieren
Por cierto, tampoco yo, al igual que tú, lectora voraz, conocía al último Nóbel
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