martes, 31 de julio de 2012

CICLOTIMIA

Cuesta no caer en los tópicos, en tantas frases ya manidas y slogans repetidos hasta la saciedad. Ya no sé si en los libros encuentro mi mejor yo, mi mejor mundo. No sé ya si prefiero evadirme en la quietud de mi casa, en la que las películas y series siguen el orden que yo impongo, y se terminan cuando me evado en los vahos de los sueños.

Me he cansado, quizás todos lo hemos hecho, de esta ciclotimia tan brutal en la que llevamos meses y años cayendo. Nos despertamos, levantamos, chocamos contra ese muro invisible que nos empuja irrevocablemente a la indulgencia, al derrotismo. Adormecemos nuestras rutinas hasta convertirlas en éxtasis mundanos, para volver a encontrarnos días después, a veces meses, con otro despertador que nos diga que ya nos vale.

NO nos ponemos de acuerdo siquiera en la indignación, en las formas, los modos, los brazos que se levantan y las quimeras que queremos construir. Tu me hablas de acabar con todo, tu de reconstruirnos, tu me dices que me resigne y yo ya no sé ni quien soy.

A menudo le digo a la mujer que me mira en el espejo que se marche de una vez, que deje de decirme que lea, que piense, que calle o que opine. Me hace sentirme culpable si no lo hago. Más, cuando obedezco sus órdenes. Me paseo por las noticias como quien vive en el hilo permanente que le ata a una vida que se hace cada vez más dura, aunque solo sea por empatia hacia las miserias ajenas, reconozco que no tanto las propias.

Busco refugiarme entre las luces de la mañana en la cama de un cuadro de Edward Hopper, soñando con la levedad de la vida que empieza o quizás la que termina, pero ya no calienta el sol de la misma forma. No soy la misma que antes de conocer tantas palabras como esas ahora me atormentan, pero tampoco eso quiere decir que sea mejor, quizás tan solo una versión 2.0 de la indolente que era, aunque a veces juegue a pretender ser una guerrillera de la retórica, que no de otra cosa.

El estío me dice que me dedique a otra cosa, que deje de escribir porque me repito y, cuando no, no digo nada nuevo, nada que no haya hecho otro, que otro no haya soñado. Quizás solo necesite volver a esas paginas en blanco enfrentadas a letras que cuentan verdades insondables, quizás sea mejor entregarme entera a ellas mientras aun este viva y pueda perderme en las brumas que otros escribieron y gritaron para mi. En paginas que nunca seré capaz ni de imitar.

Quizás…aunque la vida me golpee y me diga que despierte, que levante la mano y me entregue de nuevo a la jauría que grita, aúlla, baila, pero que quiero creer es capaz de derribar muros, de enfrentarse a los molinos para levantar utopías, de la que soy parte, de la que alimento eso que la mujer del espejo me dice una y otra vez: ¡Vive, que es lo mismo que luchar!

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