lunes, 22 de octubre de 2012

Los caminos que llevan a Roma

Quizás el titulo me ha quedado demasiado poético para algo tan prosaico como el deseo oculto que pudiera tener una en la vida. Llevo va meses dándole vueltas a las cuestiones laborales. Me gusta mucho una frase que acabo de asumir como propia, mientras mi deseo habite tan solo el mundo del eros, y que debo a una gran amiga: “Si no puedes tener el trabajo de tu vida, ten al menos el trabajo que te permita tener la vida que deseas”…quizás es algo conformista, pero lo cierto es que salvando horrorosas costumbres de este país (trabajar horas gratis y siempre tras el fin del horario laboral) confieso que mi actual trabajo me permite tener en cierta medida esa vida que deseo, pero sigue sin ser el deseo de mi vida.

Y es que lo malo de esta batalla es la del poder utópico del deseo frente a la realidad de la cita. Mi deseo es tangible, cercano, dulce y seductor, simplemente que, en mis condiciones actuales, es irrealizable. Pero eso es lo bueno de este blog, que una puede teorizar y soñar todo lo que quiera, porque lo que aquí escribo solo llega hasta donde terminan de teclear mis dedos y empiezan a leer tus ojos.

Cualquiera que me conozca un poquito encontrará lógico y razonable que el trabajo de mi vida este relacionado con la literatura. Me gusta leer, escribir, devorar libros, entrevistas y poesía como si el mundo no tuviera fin, pero contrario a lo que pudiera resultar mas típico mi gran sueño no es ser escritora (que en una pequeña parte podría ser) sino tener un negocio. Este es mi gran sueño: un espacio de encuentro, una pequeña librería-cafetería en la que hablar de todo y nada entre tazas humeantes de café y libros de cuidada edición, con un pequeño rincón en el que ser parte de la vida de barrio, organizar actividades de encuentro, clubs de lectura, cuentacuentos para niños, talleres creativos de cualquier tipo, incluso pequeñas fiestas temáticas, presentaciones de libros, pequeños e íntimos conciertos, o simplemente encuentros de aquellos que mueren por atesorar entre las manos el dulce aroma de las páginas de un libro recién adquirido.

Si cierro los ojos lo veo, todo en blanco, con una barra en la entrada y pintorescos habitante compartiendo cafés, libros y pasiones, y yo feliz, hablando de esas cosas que al menos a mi me llenan la vida.

Quien sabe si este sueño algún día será o no cierto, solo sé que cuando alguien me pregunta que quiero ser de mayor (mas mayor) yo siempre les hablo de esto, de mi particular Roma, mi peculiar destino final.

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