martes, 8 de septiembre de 2009

Excusas


Ya no le quedaban más excusas.

No valía seguir escondida tras la mascara de la rutina. De nada había servido fingir que nada de aquello importaba. No cuando en casa esperaban las lágrimas del desconsuelo, el abrazo fingido a un cojín como quien ata el deseo a las manos y las piernas de un compañero.

De nada servía tampoco la careta de indiferencia con que se pintaba la cara cada mañana. Esa que los demás fingían creer o creían y que ahora era celda, en vez de urna.

El hielo anidaba cada rincón de su cuerpo. Ya no temblaban sus labios, tampoco lo hacía su cuerpo. Tan solo era un pedazo de algún lejano recuerdo, donde creía haber sido, quizás tan solo un momento, aurora que se encendía.

Ya no quedaban excusas para dejar de ser solo en el tiempo. Los años habían pasado, arrasando cada parte, cada rincón, cada hueco, cada linea de las curvas que nunca fueron perfectas, y ahora eran tan solo la percha de la cubierta donde escondía sus sueños.

Ya no quedaban excusas para fingir que lo cierto solo ocurre en la cabeza. Ya no quedaban excusas, solo quedaban miserias donde encontrar a la musa que le regale un poema, unos versos o este cuento.

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